No era una noche calurosa,
tampoco se podría decir que fría, pero era una noche agobiante. Había un fuerte zumbido en su cabeza que no
le permitía relajarse, tardó horas en conciliar el sueño, hasta que a
regañadientes dejó de observar el mundo real durante un rato.
Ahora viajaba en un tren junto a
sus amigos, se divertía, aunque en ese momento no prestaba demasiada atención a
la conversación. Se quedaba pasmado cuando el tren paraba en una estación que
él no había visto nunca, le producía un efecto extraño, se le disparaba la
imaginación y le dejaba en la inopia.
Como si no pudiese contenerse, se
bajó corriendo de aquel tren, sin mirar hacia atrás y sin observar si alguien
se alarmaba por su arrebato… Quería bajar allí y subirse a otro tren, algo le pedía
tomar otro camino. Cruzó el andén y se subió al tren que estaba en frente, sin
fijarse ni siquiera en hacia donde se dirigía.
Una vez allí sentado, con su
nuevo tren en marcha, comenzó a sentirse muy confuso, no entendía que había
hecho ni por qué. El caso es que tampoco sabía si realmente estaba arrepentido,
si estaba haciendo bien o mal. En resumen, estaba asustado y estaba perdido…
Necesitaba ayuda y no sabía a
quién recurrir. Un poco más hacia delante, pudo observar a una chica, con una
melena larga y oscura, que se encontraba de pie frente a la puerta del vagón,
como si esperase la próxima parada para bajarse. Se aproximó hacia ella y la
dijo: “Perdona, ¿Podrías ayudarme? Me he perdido, este no es mi tren, nunca he
estado aquí y ahora no sé como volver”.
La joven le miró contrariada, le
observó bien, se mostró preocupada por él y le respondió. “Bueno, ¿Dónde
querías ir?”. El chico se sintió algo sobrecogido, a fin de cuentas es la misma
pregunta que se hacía él y no le salió ninguna respuesta. Al ver como ella le
miraba confundida, se forzó a decirle donde se dirigía en un principio, junto a
sus amigos.
-
Ibas con ellos ¿Y ahora estas aquí?- Preguntó
extrañada.
-
Bueno, pensé que encontraría un camino más corto
en otro tren…
-
¿Y así te has perdido?
El chico se dio cuenta
perfectamente que ella no le podría ver ni pies ni cabeza a su historia, pero
tampoco se le ocurría nada mejor que decir. La muchacha, compasiva, no le
obligó a dar más explicaciones. “Está bien, te ayudaré, pero no sé muy bien
cómo se va hasta allí, sígueme y buscaremos el modo”.
Siguió a su nueva guía y tomaron
un nuevo tren, al que siguieron varios trasbordos, no parecía tener muy claro
dónde debía ir, y a pesar de ello, por un motivo inexplicable (como suele
suceder en los sueños) confiaba en ella, le ponía mucho empeño en encontrar el modo
de llevarle de vuelta, y durante los trayectos charlaba con él, le escuchaba y,
por momentos, comenzaba a sentirse muy bien junto a ella.
El viaje parecía no tener un fin,
hasta que en una estación ella dio con un tipo al que parecía conocer, se acercó
a este y le dijo algo. Parecían tener mucha confianza, lo que
(inexplicablemente también) alarmó al chico, como si le asustara que hubiera
algo entre ellos, como si justo ahora hubiera empezado a divertirse con su
odisea ferroviaria y llegaba alguien a chafársela.
Tras acabar de hablar, ambos se
acercaron a él, el desconocido le miro sonriente y comenzó a hablarle: “Hay un
tren aquí que podría llevarte dónde quieres ir, pero no es un tren común,
necesitas esto para poder subir, suerte chico”. Le tendió una pequeña moneda
plateada, le índico el camino, inclinó levemente la cabeza como gesto de
despedida y se marchó.
“¡Deprisa vámonos!, está a punto
de salir“ le apremió la joven sacándole de su ensimismamiento.
Encontraron el tren, efectivamente
era diferente, más pequeño, se accedía a el por su parte posterior y arrancaba
desde un oscuro túnel. De repente volvían a asaltarle las dudas que le habían
arrastrado hasta allí, miró el tren un momento y se volvió hacia ella. Esta
también le miro, sonriente, y dijo, como si le leyera el pensamiento: “Y bien,
¿Qué vas a hacer? Se irá, con o sin ti”.
Como siempre, parecía no haber
respuesta posible, para algo había llegado hasta allí, debía de ser su camino…
Entonces fue cuando por primera vez lo comprendía, lo tenía en su mano: “La
moneda será quien lo decidida”.
Lanzó al vuelo su nueva moneda,
muy alto… y antes de que comenzase a caer la muchacha le respondió, con cierta tristeza,
“Esto no es tan sencillo” Y le besó.
Segundos después podía empezar a
oírse como el tren comenzaba a arrancar, tenía que correr, y justo en el impulso
de soltarla… Despertó.
Había tenido otro de sus sueños
de trenes…