sábado, 1 de febrero de 2014

Boxeador sin rival

Casi nunca vemos de donde vienen los golpes, en ocasiones podemos sentirnos como un boxeador que no localiza a su rival en el cuadrilátero. Siempre alerta pero sin ver venir ni una sola de las hostias que le están lloviendo.

Levantas de nuevo la cabeza y tratas de recuperarte pensando que la próxima la pararás, es entonces cuando viene la ráfaga más fuerte… ¡pam!, ¡pim!, ¡pam!, ¡pum!

La sangre te gorgotea por la cara, te consuelas con su sabor metálico y esbozas una sonrisa como única defensa ante tal descabellada paliza.

Tus piernas te tiemblan y la vista se te emborrona, tu k.o es inminente y en el encontrarás tu consuelo, lo sé, lo sabes…

Pero ahora tienes un respiro, y tirarse al suelo es tan apetecible como absurdo, tu deber es seguir sufriendo, soltar tu ira aunque sea golpeando al aire con la esperanza de estrellarte con algo. Así solo logras zarandearte de un lado al otro por el ring… lo que para colmo propicia un nuevo contragolpe de tu rival, que ahora está dispuesto a acabar definitivamente contigo.

Esta vez te has cubierto y logras empujarle, distanciarle y por primera vez observarle ¿Cómo no lo habías hecho antes?

Nos ocurre a menudo, no localizamos el problema aunque este delante de nuestras narices, ese púgil despiadado lleva demasiado tiempo riéndose de ti sin verte reaccionar. Pero tranquilo colega, empieza un nuevo asalto… 

2 comentarios:

  1. Según la perspectiva del momento, el eterno rival: la Vida; el mayor, el más sutil y el que más cuesta ver: uno mismo.

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  2. Que razón tienes amigo simón, puedes tener el problema delante tanto tiempo que luego es demasiado tarde evitarlo.

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