martes, 13 de octubre de 2015

Dar las gracias

Plis, plas, plis, plas, plis, plas… Cada pisada que hacía sobre la nieve hundía más sus pies, con las botas rasgadas y la barba congelada se disponía a morir. Cayó de espaldas y miró hacia el cielo con los ojos bien abiertos, ya que eran sus últimos momentos, no se quería perder nada.
 A medida que se iba relajando, el temporal cesaba, hasta caer un primer rayo de sol que acompañó con una sonrisa, y mientras más se despejaba el cielo más se iban cerrando sus ojos. A pesar de su estado, pudo observar lo curioso que era el contraste de su desfallecimiento con la dispersión de las nubes, le pareció pura armonía.

A pesar de todo se vio despertándose, había dejado de tener frío, y miró a su alrededor. Se vio tumbado en el sofá de lo que parecía una vieja casa y observó la única ventana que veía, ya era de noche en aquellas montañas, donde llevaba días perdido. El salón no era muy grande, a parte del sofá solo había una pequeña mesa y un par de sillas astilladas. El calor y la única luz provenían de una chimenea, y al pie de esta, había una corpulenta figura que miraba el fuego.

Lim se sentía muy débil para incorporarse, adormecido, dudaba de que aquello no fueran alucinaciones suyas. Durante sus últimos días de travesía, había añorado como nunca el calor, el confort, no sería extraño que delirase con ello. Pero un fuerte pinchazo en la pierna derecha le demostró que era real: alguien le había rescatado, le mantenía caliente en su casa, y él no tenía fuerzas ni para decir “gracias”.  

A pesar de que sabía que debía agradecer que le salvarán la vida, no era gratitud lo que sentía; el estaba dispuesto a atravesar esas montañas solo, tras huir de una vida con todas las comodidades, que él no se había ganado. Creía que aquel viaje le ayudaría a demostrar quién era, que él podría llegar lejos sin ayuda, que nadie podría decirle de lo que es capaz o no, había llegado bastante lejos, pero aquel acto tiraba todo por la borda. Habría preferido la muerte.

Cayó dormido de nuevo, sin saber cuántas horas más lo estuvo. Cuando despertó ya era pleno día, la casa ahora estaba vacía. A su lado oyó el sonido de un hacha cortando leña, lo que le hizo terminar de incorporarse, “tiene que ser él”, pensó. Al ponerse en pie y comenzar a caminar se dio cuenta de que estaba completamente cojo, igualmente decidió salir fuera, donde se encontró quien debió salvarlo. 

Un vigoroso hombre que aparentaba unos cincuenta años, de piel pálida, espesa barba blanca, facciones duras, y unos ojos grises como la nieve que les envolvía.
         
         - Estas completamente loco hijo, has estado en un tris de morir congelado.- le dijo a Lim sin dejar de dar hachazos.

Lim no respondió nada, se limito a observarle, su voz era ruda pero al mismo tiempo agradable. Colocaba cada nuevo tronco para cortarlo con bastante rapidez, sin mostrar un atisbo de cansancio, a pesar de que tuvo que estar toda la noche velándole para asegurarse de que entraba en calor. Estaba cabreado porque no le hubiera dejado morir, pero, a fin de cuentas, ese hombre merecía respeto.    

          -Si quieres comer algo, entra a la despensa. – dijo señalando la puerta con el hacha.

Simplemente respondió “de acuerdo, señor”, sin dar las gracias y se dirigió allí, cogió un cacho de pan y lo que parecía un trozo de ternera sazonada, y comió en silencio.

Cuando el hombre terminó con la leña se acercó a Lim y le observó. Este quería ser educado, pero no pudo evitar devorar su comida con ansia, hacía tiempo que no comía nada consistente, por lo que cuando le vio delante suya, se frenó avergonzado.
     
           - Pero tranquilo, ¡Come!- gritó soltando una carcajada.

Lim terminó más despacio lo que le quedaba y permaneció callado, no tenía nada que decir, solo quería esperar a que se le pasara el dolor en la pierna para largarse de allí. No sabía donde iría ahora, si volvería a casa o se marcharía a otro sitio. Estaba demasiado hundido para pensar en ello, aun así quería marcharse cuanto antes, sin causar más molestias.
      
          -En realidad llevo viéndote varios días por aquí- esta vez el hombre hablaba más serio.
    
          - ¿Cómo? – respondió incrédulo Lim.
        
          - No sé lo que pretendías hacer exactamente, pero no estás preparado para ello, eso es evidente.

Al ver que Lim seguía callado, prosiguió hablando.
      
        - Actuabas sin sensatez ninguna, y te desenvolvías muy torpemente en cosas bastante básicas si pretendías sobrevivir. No tenías ni puta idea de lo que hacías.

Aquello era una dosis de verdad demasiado dura para Lim, contuvo su tristeza y se levantó bruscamente, era evidente que tenía razón, pero no quería más humillaciones de nadie, ya no importaba el dolor, se iría en seguida.
       
          - Aunque hay algo que estaba claro- continuó como si Lim no se hubiera movido de su sitio.

Asumió que no le daría tiempo a desaparecer, antes de que aquel extraño hombre le diese la puntilla, así que le dejó terminar de hablar.
        
        - Por muy jodido que lo tuviste seguías adelante, en ningún momento te detuviste ni intentaste dar marcha atrás. Los tienes bien puestos.

Se detuvo, cerró los ojos con fuerza sin poder evitar derramar una lágrima, entonces por fin, Lim lo dijo:

            -- Gracias.

martes, 19 de mayo de 2015

La inquietud de los sueños

Rara vez me dormía inmediatamente, sin mi ritual de vueltas en la cama o sin hacer trabajar mi cabeza hasta quedar agotado, muchas veces ni siquiera conciliaba el sueño. Esto quizá se deba a mi naturaleza nerviosa, a una inquietud que siempre me persigue, vayan como vayan las cosas. Puede resultar molesto, pero a la vez, para mi es una señal, una certeza de mi ambición ante la vida, como una voz que me dice: “no puedes dormir, porque ya sueñas despierto”.

Sospechaba que ya era tarde, así que miré la hora, al ver que se acercaba la medianoche, apagué la televisión como un autómata y escuché el silencio durante un breve minuto, indiferente, tranquilo…

No tenía sueño, ni estaba cansado, pero debía ir a la cama puesto que me quedaban pocas horas para tener que levantarme. Sorprendentemente, no me supuso ningún esfuerzo quedarme dormido. No sé si porque la temperatura era perfecta, porque comenzaba a acostumbrarme a dormir temprano o porque simplemente estaba relajado.

Pero también era posible que mi naturaleza estuviera cambiando, que me hubiera vuelto más sereno, menos agitado. Tal vez fuera un trámite natural, como cuando aprendemos a caminar, a controlar nuestra vejiga o a llamar de usted a las personas mayores. Del mismo modo puede que hubiera aprendido a aceptar con pasividad que debo estar cómodo con los pies en la tierra. Puede que mi espíritu se estuviese marchitando como una última llama apagándose en el incendio más colosal que se haya visto.

Antes de que me llegara a sonar la alarma, me desperté sobresaltado, boca abajo, con la frente sobre la almohada, los puños cerrados y los dientes apretados. Estaba bañado en sudor y las sábanas estaban revueltas.

No sé que habría soñado pero me sentía con rabia, con una energía inusual para esas horas de madrugada. Me levanté de un salto y comencé a vestirme, cuando iba a coger una camiseta de la silla, eché un vistazo de nuevo a la gran mancha de sudor que ocupaba mi colchón.

Aquella mancha parecía querer enviarme un mensaje: “no has cambiado tanto”.

viernes, 16 de enero de 2015

La oscuridad

Parece que no puede haber una noche más oscura que esta, que vives en un mundo dónde la luz es solo una mera ilusión. Que tras parpadear un par de veces dejarás de ver de nuevo y volverás a verte en la oscura realidad.

No te puedo culpar, ni decirte nada, a fin de cuentas no hay nada más fácil que hablar. Por más que uno quiera, no puede ser siempre la luz, no es tan sencillo, y hay que dejar de querer jugar a ser Dios.

Nadie más podría entender en toda su dimensión lo que sientes ahora. Y no tienes forma mejor de expresarte que tu silencio. Por lo que lo máximo que puedo hacer es caminar a tientas por esa oscuridad, para sentarme a tu lado, abrazarte por el hombro y compartir ese silencio.

Igual estas tan sumido en ella que ni te importe lo que haga ahora mismo, pero ahí estaré contigo, ante la oscuridad…